Opinión

Planificación financiera: el hábito que marca la diferencia en tiempos inciertos

  • Ana María García
    Exor - Latam Centroamérica
    25 de Junio, 2025

En América Latina, donde los problemas económicos y las restricciones institucionales son parte del día a día, la planificación financiera sigue sin ser una prioridad para muchos. A menudo se percibe como algo que puede postergarse o, peor aún, como innecesario. Pero en un entorno como el actual, no contar con una estrategia financiera clara es como navegar sin brújula, puede que salga bien por un tiempo, pero el riesgo de perder el rumbo es alto. Tener una hoja de ruta no garantiza estabilidad total, pero sí puede reducir considerablemente el impacto de una crisis, ya sea para un país, una empresa o una familia.

¿Por qué hoy, más que nunca, es crucial planificar?

En los últimos años, la economía global ha estado marcada por una serie de desafíos: inflación persistente, tasas de interés altas, conflictos geopolíticos y tensiones fiscales que han afectado especialmente a los países en desarrollo. El informe Global Economic Prospects del Banco Mundial (junio 2024) plantea que muchas economías emergentes enfrentan un crecimiento moderado, dificultades para acceder a financiamiento y mayor exposición a crisis externas. En ese contexto, planificar no es simplemente un ejercicio teórico, sino una herramienta práctica para anticipar problemas, evaluar riesgos y preparar respuestas que den margen de maniobra en momentos de tensión.

A nivel país: cuando no se planifica, se paga el precio

A finales de 2023, Argentina acumulaba un déficit fiscal primario del 3.5% del PIB, y su elevada deuda en moneda extranjera seguía presionando sus ya frágiles reservas. Para enero de 2024, la inflación interanual superaba el 250%, consecuencia directa de años de políticas fiscales insostenibles, gasto público sin respaldo real y una fuerte pérdida de confianza en los mercados. Esto obligó al gobierno de Javier Milei a tomar decisiones difíciles, como recortes drásticos del gasto y la eliminación de subsidios que, si bien buscaban ordenar las cuentas, generaron fuertes tensiones sociales y deterioraron aún más el bienestar de los hogares argentinos.

Por otro lado, Uruguay ofrece un ejemplo de cómo una estrategia fiscal ordenada puede dar resultados. En 2023, mantenía una deuda bruta equivalente al 58.7% del PIB, de la cual el 60% estaba en moneda local, con vencimientos distribuidos en el tiempo. Además, cuenta con una regla fiscal anclada en una meta de resultado estructural y un Consejo Fiscal Asesor independiente, herramientas que le permiten enfrentar con mayor holgura los altibajos internacionales. La diferencia no radica solo en el tamaño de sus economías, sino en el hábito de prever. Mientras uno reaccionó tarde, el otro se preparó a tiempo. La planificación no evita los problemas, pero define el margen con que se los puede enfrentar.

En las empresas: planificar es resistir y adaptarse

Durante la pandemia por COVID 19, muchas pequeñas y medianas empresas en América Latina tuvieron que cerrar sus operaciones, no por falta de ideas, sino por falta de liquidez. En cambio, las que habían hecho su tarea con modelos de flujo de caja, pequeñas reservas o líneas de crédito activas lograron resistir un poco más. Un estudio de McKinsey (2021) mostró que las empresas que trabajaban con simulaciones de escenarios y revisiones periódicas de sus riesgos financieros se adaptaron hasta un 30% más rápido a la nueva realidad.

Hoy, en un contexto en el que el crédito es más caro y el consumo más débil, contar con una estrategia financiera clara no solo permite mantener las operaciones, sino también renegociar plazos con proveedores, reestructurar deudas o redefinir productos sin tener que improvisar bajo presión.

A nivel personal: del gasto impulsivo al control consciente

En el día a día la falta de planificación también nos pasa factura. Según una encuesta del Banco Interamericano de Desarrollo (2022), solo el 36% de los hogares latinoamericanos podría cubrir un gasto inesperado equivalente a un mes de ingresos. Eso deja a la mayoría expuesta a cualquier imprevisto, desde una emergencia médica hasta la pérdida de empleo.

Planificar no significa restringirse al extremo. Se trata, más bien, de tener claridad sobre ingresos, gastos, deudas y objetivos. Armar un fondo de emergencia, llevar un presupuesto mensual y evitar deudas innecesarias son pasos sencillos, pero que pueden marcar una gran diferencia. Más allá del ingreso que tengamos, lo que realmente tiene un gran inpacto es el hábito de revisar la situación financiera con regularidad. Quienes lo hacen toman mejores decisiones sobre ahorro, consumo, inversiones e incluso sobre su carrera profesional.

Planificar no es adivinar el futuro: es estar preparados

Una idea  muy común es pensar que planificar es tratar de predecir exactamente lo que va a pasar. En realidad, es todo lo contrario. Como señala la OCDE en su informe Budgeting for Resilience (2022), planificar significa entender los riesgos, asignar recursos de forma estratégica y estar listos para actuar antes de que los problemas se materialicen.

Esto aplica igual para un Estado que para una persona. Cuando los riesgos finalmente llegan, porque siempre llegan, el costo de no haber hecho nada suele ser mucho más alto que el de haberse preparado. Por eso, más que una recomendación, la planificación financiera debería ser vista como un hábito esencial para navegar con mayor seguridad un mundo que ya no da espacio para la improvisación.

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