Opinión

Del libre comercio al proteccionismo: ¿viaje sin retorno?

  • Katherine Realegeño
    Exor - Latam Centroamérica
    25 de Abril, 2025

“Guerra comercial” es un término que ha estado en los medios de comunicación y noticias alrededor del mundo en las últimas semanas. Aunque parecía un concepto ajeno al día a día de las personas, este conflicto que se libra entre tarifas y represalias tiene profundas consecuencias en la economía global y en la manera en que los países interactúan. Actualmente, los protagonistas de esta contienda son Estados Unidos y China, dos gigantes que dominan los flujos comerciales y tecnológicos del planeta. Más allá de los titulares, esta tensión nos obliga a reflexionar sobre el estado actual de la globalización y el resurgimiento de políticas proteccionistas que amenazan con transformar el panorama económico mundial.

El hilo invisible de la globalización: del árbol al lápiz

Para entender el nivel de interdependencia económica global al que hemos llegado, conviene recordar un ejemplo clásico: la fabricación de un simple lápiz de madera. Detrás de este objeto cotidiano hay una compleja red de cooperación internacional. La madera puede provenir de Canadá, el grafito de Sri Lanka, la goma del borrador de Indonesia, la pintura de Alemania y la maquinaria para ensamblarlo de China. Incluso el diseño y la distribución pueden estar centralizados en oficinas estadounidenses.

Este ejemplo, popularizado por el economista Leonard Read en su ensayo I, Pencil muestra cómo ningún país por sí solo produce un bien en su totalidad. La globalización ha permitido que cada nación se especialice en lo que mejor sabe hacer, optimizando los costos de producción y fomentando la innovación dentro de sus industrias. Sin embargo, esta red de cooperación global también crea vulnerabilidades, ya que cualquier interrupción puede desequilibrar toda la cadena de suministro.

Proteccionismo: levantar muros en una economía interconectada

Frente a este contexto de interdependencia, Estados Unidos ha adoptado recientemente una serie de políticas proteccionistas bajo el argumento de proteger su industria nacional y reducir la dependencia de otros países, espacialmente China. Ahora bien, ¿qué significa exactamente la palabra “proteccionismo”? En términos simples, se trata de un conjunto de medidas que los gobiernos toman para limitar las importaciones y favorecer la producción local.

Las formas más comunes incluyen:

·       Aranceles: impuestos que se aplican a los productos importados, encareciéndolos frente a los locales.

·       Cuotas de importación: límites a la cantidad de ciertos productos extranjeros que pueden ingresar a un país.

·       Subsidios: ayudas económicas a industrias locales para hacerlas más competitivas frente a las extranjeras.

Estas políticas buscan, en teoría, preservar empleos, impulsar el desarrollo de la industria nacional y proteger sectores estratégicos de la economía local. Sin embargo, este tipo de políticas también pueden tener efectos contraproducentes, como el aumento de precios para los consumidores debido al aumento de costos de producción y generar tensiones diplomáticas entre las naciones con las cuales se deja de comerciar.

¿Aislamiento o cooperación? El eterno dilema

El debate sobre qué modelo es mejor no tiene una respuesta única. Ambos sistemas tienen ventajas y desventajas. Por un lado, el libre comercio favorece el crecimiento económico, permite el acceso a bienes más baratos y promueve la innovación a través de la competencia. La apertura comercial ha sido, en gran parte, responsable de la rápida industrialización de países como China. Por otro lado, el proteccionismo puede ser útil en ciertos contextos: proteger industrias nacientes, evitar el desempleo masivo en sectores vulnerables o garantizar la autosuficiencia en productos estratégicos. No obstante, cuando se aplica de forma excesiva o sin una estrategia clara, puede terminar siendo una traba al desarrollo, ralentizando el crecimiento y aislando a los países del mercado global.

El caso actual entre Estados Unidos y China refleja esta tensión. Si bien las medidas estadounidenses buscan frenar el avance tecnológico de China y repatriar empleos, también han generado incertidumbre en los mercados y encarecido productos electrónicos y agrícolas para sus propios ciudadanos. China, por su parte, ha respondido con políticas similares, creando una espiral de represalias que afecta a empresas y consumidores de ambos lados.

¿Y ahora qué?

Finalmente, qué pasará… es la pregunta que todos nos hacemos. ¿Estamos asistiendo al fin de la globalización tal como la conocemos? ¿O simplemente a un reacomodamiento de fuerzas donde cada país redefine su rol en el tablero económico? La respuesta probablemente esté en algún punto intermedio. La globalización difícilmente desaparecerá por completo, pero sí es probable que veamos una “relocalización” de cadenas de suministro, con países diversificando sus socios comerciales para no depender de una sola nación.

Lo que es seguro es que las guerras comerciales no tienen vencedores claros. En un mundo tan conectado, el daño colateral es inevitable. Por eso, más que levantar muros, los países deben buscar construir puentes inteligentes que protejan sus intereses sin renunciar a los beneficios de una economía global colaborativa.

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