Opinión
En un mundo
donde el nearshoring —la relocalización de cadenas de suministro cerca de los
grandes mercados, especialmente Estados Unidos— gana fuerza por tensiones
geopolíticas, costos logísticos asiáticos y la necesidad de resiliencia,
América Latina tiene una ventana histórica para captar miles de millones de
dólares en inversión productiva. El desarrollo de corredores bioceánicos (Ruta
Bioceánica, Capricornio, y otros proyectos multimodales) puede transformar a la
región en un hub logístico y productivo competitivo, reduciendo drásticamente
los tiempos y costos de exportación hacia Asia-Pacífico y posicionando a
Sudamérica como alternativa real al lejano Asia.
Hoy, enviar un
contenedor desde el centro de Brasil o el norte de Argentina hasta Shanghái
implica rodear el continente y pasar por el Canal de Panamá: entre 45 y 62 días
de tránsito. Los corredores bioceánicos que cruzan Brasil, Paraguay, Argentina,
Bolivia y Chile recortan esa distancia hasta en 15-20 días y ahorran entre
US$800 y US$2.000 por contenedor. Al conectar la producción agroindustrial y
minera del corazón sudamericano con puertos del Pacífico (Antofagasta, Iquique,
Arica, Callao), la región deja de ser “el patio trasero” para convertirse en un
puente eficiente entre el Atlántico Sur y el Asia-Pacífico creciente.
¿Por qué
ahora es el momento del nearshoring latinoamericano?
Aunque México y
Centroamérica lideran el nearshoring por cercanía terrestre, Sudamérica ofrece
estabilidad política relativa, menor exposición a huracanes y una ventaja
clave: energía abundante y barata (hidroeléctrica en Paraguay, Brasil,
Colombia; renovables en Chile y Perú; gas en Bolivia y Argentina).
La región
combina salarios significativamente más bajos que en Europa del Este o el
sudeste asiático con una población joven y cada vez más capacitada en idiomas y
tecnología.
Zonas francas,
maquilas y regímenes especiales (Manaus en Brasil, Tierra del Fuego en
Argentina, zonas económicas especiales en Perú y Colombia) ya existen y pueden
ampliarse rápidamente.
Tres palancas
para que la región gane la carrera del nearshoring
El nearshoring
del siglo XXI no es solo manufactura: es servicios tecnológicos, centros de
datos, BPO avanzado y desarrollo de software. Aprovechar la energía limpia y
barata para crear hubs de data centers (como los que ya planean Chile y
Uruguay) y desplegar redes de fibra óptica a lo largo de los corredores
bioceánicos puede convertir a la región en proveedor de cloud y servicios
digitales para todo el hemisferio. Según proyecciones de IDC y Gartner, el
mercado global de data centers y edge computing alcanzará los US$13-15 billones
para 2035; América Latina puede captar una porción relevante si actúa rápido.
Los inversores
valoran más la predictibilidad que los incentivos fiscales extremos. Países que
logren reducir a menos de 30 días los trámites de constitución de empresas,
ofrezcan contratos de estabilidad jurídica por 10-15 años y agilicen permisos
ambientales y laborales tendrán ventaja decisiva. Ejemplos como la ventanilla
única de Perú o el sandbox regulatorio de Chile pueden replicarse y mejorarse.
Los corredores
bioceánicos necesitan parques industriales 4.0, centros logísticos multimodales
y ferrocarriles de carga pesada. Financiar estos proyectos solo con deuda
pública es inviable; el modelo exitoso será el de concesiones y APP de largo
plazo, como las que ya avanzan en la Ruta Bioceánica o el Corredor Capricornio.
Cada parque industrial bien ubicado puede generar decenas de miles de empleos
formales y diversificar economías aún muy dependientes de commodities.
Desafíos que
no se pueden ignorar
- Falta de
integración ferroviaria regional (aún estamos lejos de un “Tren Bioceánico”
real).
- Inseguridad
jurídica en algunos países que ahuyenta inversión de largo plazo.
- Déficit de
mano de obra técnica calificada (requiere urgente alianza
educación-industria).
- Competencia
feroz de México, que ya captó más de US$50 mil millones en anuncios de
nearshoring desde 2022.
El momento es
ahora
América Latina
ya no puede seguir viendo su ubicación como una desventaja. Los corredores
bioceánicos, combinados con energía limpia, talento joven y regímenes
regulatorios modernos, convierten a la región en la opción más lógica de
nearshoring para empresas que buscan resiliencia, sostenibilidad y costos
competitivos.
El país o bloque
regional que primero logre alinear infraestructura física, digital y reglas
claras ganará una ventaja de décadas. No se trata de competir entre nosotros,
sino de presentar al mundo una alternativa sudamericana unida y competitiva. El
nearshoring no es una moda pasajera: es la reconfiguración definitiva de las
cadenas globales de valor. América Latina tiene todo para ser protagonista,
pero el reloj corre rápido.
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