Por Mauricio Aguilar.
Analista financiero.
Durante la pandemia, empresas importantes como Apple, Sony, Mercedes Benz, entre otros, advirtieron que no podían producir suficientes productos para satisfacer la demanda. La razón: una grave falta de microprocesadores. Los denominados microchips son pequeñas placas de silicio que contienen millones de transistores, y actúan como el cerebro de nuestros dispositivos, ya sean computadoras, tablets, celulares, e incluso vehículos. Pero, ¿cómo surge esta crisis y por qué es tan vital para la economía mundial?
La falta de abastecimiento de microprocesadores surge por varias razones. Por un lado, el aumento de la demanda de dispositivos tecnológicos durante la pandemia del COVID-19, pues eran indispensables para trabajar desde casa. Esto se dio en momentos en los que había cierre parcial o total de las fundiciones, que son las plantas encargadas de producir estos procesadores, como medida para prevenir el contagio del coronavirus. A ello se sumó, el conflicto entre Rusia y Ucrania, que ha terminado por alejar aún más las esperanzas de recuperación del mercado, pues ambos son exportadores de materias primas importantes en la cadena de producción como lo son el paladio y el neón, respectivamente.
Frente a la problemática, la solución resulta obvia: aumentar la producción. Sin embargo, esto no es tan sencillo. Crear una fundición de procesadores puede costar alrededor de US$12,000 millones y tarda aproximadamente tres años en estar completamente operativa. Además, al ser una industria obligada a mantenerse a la vanguardia tecnológica, ya que para producir los chips con mejor capacidad deben mantener la maquinaría más avanzada del mercado, lo que conlleva a una inversión constante.
La alta exigencia tecnológica requerida para el desarrollo de los microprocesadores radica en el tamaño de sus componentes. Entre mayor número de transistores se puedan introducir en un mismo procesador, mayor capacidad de procesamiento se espera obtener. Esto ha provocado que los transistores alcancen tamaños minúsculos, de manera que actualmente se miden en nanómetros, una millonésima parte de un metro. En la actualidad, solamente Samsung y TSMC son capaces de producir los procesadores con arquitectura por debajo de los 10 nanómetros. Para ello, adquieren maquinaria especializada que solo se produce en una empresa en todo el mundo, llamada AMSL, y para su elaboración se utilizan piezas procedentes de muchos países.
Es por esto que la producción se ha vuelto significativamente menor a la demanda. Si bien hay una gran cantidad de empresas que diseñan sus propios procesadores (apodadas fabless), como Apple o NVIDIA, estas encargan su elaboración a otras compañías dedicadas únicamente a la fabricación como TSMC, la más grande del rubro.
Por su lado, tanto China como Estados Unidos han batallado durante años por tomar la delantera en el rubro de los procesadores. Sin embargo, no han podido adelantarse a Taiwán, que produce más del 70% de la demanda de microchips alrededor del mundo. Este es uno de los factores por los que este país se ha vuelto un terreno de disputas geopolíticas y ha incrementado las tensiones entre estas dos potencias. Se cree que esta industria puede terminar siendo un eslabón clave para determinar qué economía será la dominante en las próximas décadas.
Por ahora, como consumidores debemos estar alerta a los cambios de mercado y tener presente que, si bien esto es un problema global, las grandes empresas como Apple, Samsung y NVIDIA tienen el poder adquisitivo para asegurar su distribución y, en consecuencia, un alto poder de negociación. Además, aún es muy pronto para esperar que los precios se estabilicen.